Aquella tarde llegué y lo encontré allÃ, a la entrada del pabellón. Sentado en la silla de ruedas, hablando solo, gesticulando. Unas palomas habÃan entrado por la ventana y comÃan los restos de comida que algunos usuarios dejaban en el piso. TodavÃa no sé qué me llevó a sentarme al lado, preguntarle si estaba bien, si necesitaba algo.
Ajeno a todo, en una realidad propia que parecÃa haberlo abducido, él continuaba empuñando un fusil imaginario y haciendo el sonido de los disparos con la voz. En un momento me miró, sonrió un poco.
- Me gustarÃa que me compres las pilas para la radio. No me anda - Me dijo -.
- ¿Recordás qué pilas son? - Pregunté -.
Sacó la radio portátil del bolsillo del saco, retiró la tapita del compartimento de las pilas.
Me la alcanzó.
Eran de las triple A.
Escrito por MartÃn Ariel Bermello
Facultad de PsicologÃa. UBA – Estudiante de Lic. 4to año.
Se desempeña actualmente como AT.